Los ODS no hacen la felicidad
Una de las principales dificultades que encuentra el desarrollo local (municipios) y territorial (regiones, provincias,…) es la de convencer a los máximos dirigentes políticos de cada lugar de la necesidad de una estrategia de desarrollo singular de largo plazo para su territorio. A veces, porque no les preocupa el desarrollo integral de su territorio sino solamente la puesta en práctica de 2, 3 o 4 proyectos durante su mandato y no desean ir más allá. Pero muchas otras, porque no perciben bien la importancia de disponer de una estrategia como esa. Hay también un tercer motivo que es creer, erróneamente, que, trabajando para desplegar los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU) ya están aplicando una estrategia a su territorio.
En otros artículos he argumentado acerca de este punto pero hoy quiero presentaros una metáfora entre personas y ciudades o regiones acerca de su desarrollo vital que, pienso, sintetiza claramente los argumentos clave.
Planteo esa metáfora a partir de la respuesta a 3 simples preguntas. Y es comparando las respuestas de personas y ciudades a esas preguntas como confío en plasmar, casi gráficamente, la idea que os quiero transmitir: que cada territorio necesita su propia estrategia de desarrollo singular y que los ODS ni son ni pueden ser esa estrategia sino que son un conjunto de elementos y recursos necesarios para construir la estrategia que la ciudad o la región decidan.
La 3 preguntas (y las respuestas de personas y ciudades)
1) ¿A qué aspiramos en la vida?
Las personas: a ser felices
Las ciudades y regiones: a ser un lugar en el que vivir sea una experiencia maravillosa
2) ¿Cómo concretaríamos esa aspiración?
Las personas: “salud, dinero y amor”
Las ciudades y regiones: implementar plenamente los 17 ODS
3) Por último, ¿cómo conseguirlo?
Las personas: a través de un objetivo de vida
Las ciudades y regiones: a través de una estrategia de futuro propia
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Para ilustrar lo que entiendo por objetivo de vida, baste citar unos pocos ejemplos: se trata de esas personas que, gracias a tener una aspiración concreta en la vida (sea ayudar a las personas, cocinar, trabajar con sus manos, crear música, enseñar a los demás, o cualquier otra) van construyendo, paso a paso ese perfil y, al hacerlo realidad, no solo les proporciona recursos económicos para vivir sino que, además, les proporciona una vida más “llena” y les satisface como personas.
El mecanismo funciona exactamente igual con los territorios. Necesitan fijarse una meta propia para, luego, ir construyendo, paso a paso, esa realidad deseada a partir de mejoras en todos los ámbitos de la ciudad (ODS). Pero, claro está, con todas las mejoras permanentemente orientadas hacia la dirección marcada por la estrategia.
Conclusión
La afirmación del título de que los ODS no hacen la felicidad queda clara ahora. Lo que permite hacer la felicidad de un territorio es que ese territorio -es decir, el conjunto de sus actores- acuerden un proyecto de futuro para su territorio y que lo vayan construyendo, paso a paso, año a año, entre todos. Y deberán construir ese proyecto singular apoyándose en los ODS como referencia para asegurarse de que no se olvidan de ningún apartado importante en ese proceso de construcción de la felicidad.
¡Adelante con vuestros comentarios sobre el planteamiento que os acabo de hacer!