Criterios para la Nueva Gobernanza de las Ciudades
Visión de largo plazo, integralidad, transversalidad y colaboración entre actores
La forma en que se gestionaban las ciudades durante el siglo pasado y hasta principios del siglo actual son ya ineficaces y han quedado obsoletas a causa de todos los cambios producidos y de los que se siguen produciendo día a día. Venimos de una gestión de arriba abajo en la que el Alcalde/Alcaldesa decidía y el resto de la organización municipal ejecutaba, en la que los problemas se resolvían mediante actuaciones de inmediatez y en la que el progreso de la ciudad se pretendía llevar a cabo mediante unos pocos proyectos puntuales a los que se ponía la denominación de “estratégicos”. Todo ello, y en conjunto, se ha mostrado ya perfectamente ineficaz.
Los cambios ambientales, tecnológicos y sociológicos que se vienen produciendo generan una transformación tan profunda de nuestras ciudades que los gobiernos municipales se ven obligados a cambiar su enfoque de gobierno si quieren poder retomar el control de la evolución de su ciudad. Para ello, deben adoptar un paradigma de gestión local en el que son criterios esenciales la visión de largo plazo, la consideración de los problemas en su integralidad, la transversalidad y la colaboración entre actores. Vamos a presentar una breve descripción de cada una de esas herramientas.
Visión de largo plazo
Las profundas transformaciones que los cambios globales le exigen a la ciudad no se van a producir tan solo en un mandato electoral (entre 3 y 5 años según los países) pues requieren un esfuerzo de más largo plazo. Ya sean cambios ambientales, urbanísticos, tecnológicos o sociales, todos ellos requieren, si pretendemos que sus efectos sean duraderos, una acción continuada durante lustros. Para que la ciudad pueda perseverar en la acción para cada uno de esos cambios durante el tiempo suficiente es por lo que la visión de largo plazo es imprescindible. Eso es, se necesita definir el objetivo final a alcanzar para, a partir de él, definir objetivos intermedios con sus plazos aproximados, y será ese marco el que permitirá a la ciudad ir avanzando más allá de los cambios políticos que se produzcan en la ciudad durante ese tiempo.
Por este motivo es por el que la nueva gestión municipal requiere mantener, a la vez, dos líneas de acción paralelas. Por un lado, la gestión del día a día, que es la habitual actualmente en las ciudades y que tiene por misión mantener la ciudad operativa a la vez que le va incorporando pequeñas mejoras. Eso incluye la gestión de residuos y del agua, la gestión de la movilidad, el asfaltado de calles, la iluminación, las fiestas y las tradiciones, la seguridad, la movilidad,…. Por otro lado, es imprescindible levantar la mirada al largo plazo y pensar nuestra ciudad a 10 o 15 años vista. Esto es, la gestión del futuro de nuestra ciudad: ¿cómo queremos que sea? ¿qué transformaciones va a requerir ese objetivo en cada ámbito de la ciudad? ¿qué financiación vamos a necesitar? ¿cuál sería un calendario razonable para implementar esos cambios? ¿con qué actores vamos a tener que contar?
Esa gestión del futuro no solo es imprescindible en una época de profundos cambios como la que vivimos sino que, si queremos que tenga consecuencias efectivas, no la podemos pensar en solitario desde la municipalidad sino que es ineludible pensarla y acordarla conjuntamente con los actores locales. (ver, más adelante en este mismo artículo, el apartado de Colaboración). Solo así, esa gestión del futuro, que solo puede ser efectiva si tiene continuidad por encima de los cambios políticos, logrará transformar la ciudad para una mejor calidad de vida de todos sus habitantes.
Integralidad
Los temas que se aborden desde el gobierno municipal deben ser tratados en su integralidad. Eso es, no basta con solucionar la situación del momento con respuestas de urgencia porque eso tan solo aplaza los problemas y no los resuelve. Cada cuestión que se nos plantea tiene las dos caras de la inmediatez y la de su contexto integral. Veamos algunos ejemplos:
Cuando una ciudad sufre una inundación, lo urgente e inmediato es salvar a las personas y, una vez pasada la situación crítica, recuperar lo antes posible la normalidad previa. Estamos de acuerdo. La cuestión es si, una vez resuelta la inmediatez, nos vamos a quedar cruzados de brazos esperando a la siguiente emergencia o si tiene sentido tomar medidas preventivas para que, si se repite una situación de emergencia comparable, las consecuencias sean más controlables y no provoquen daños tan graves como los que hemos sufrido en la situación previa.
Cuando hay situaciones de pobreza en las que hay niños que no pueden alimentarse debidamente, impulsar iniciativas como la del “vaso de leche”, los comedores sociales o los “bancos de alimentos” son soluciones que van a paliar la situación actual de forma provisional. Pero debemos aspirar a una solución de largo plazo que, en este caso, pasa por la reducción de la pobreza de forma permanente. Y eso no se resuelve con soluciones provisionales.
Lo mismo ocurre con la inseguridad en las calles para las que una solución rápida es la actuación policial, judicial y las cárceles. Pero si no mejoran las expectativas de vida del conjunto de la población, la delincuencia se seguirá produciendo en cuanto se relajen las medidas policiales.
Por eso es por lo que cada problema debe abordarse en toda su amplitud y con todas sus facetas para resolverlo definitivamente así como si pretendemos que se produzca una transformación real (en la movilidad, la gestión de los residuos, la atención a los mayores, el desarrollo económico local,…). La solución será progresiva y, sin duda, tomará su tiempo. Pero ese problema, una vez resuelto, no volverá a generar más incertidumbres y, desde luego, nuestra ciudad será un lugar mejor donde vivir.
Transversalidad
Todos entendemos que la lucha contra la emergencia climática no se resuelve creando una Concejalía de Medio Ambiente si, al mismo tiempo, tenemos una Concejalía de Urbanismo que sigue su propio camino sin tener en cuenta criterios ambientales. En efecto, la lucha contra el calor y la contaminación en las ciudades obliga, por ejemplo, a plantar muchos más árboles y es obvio que esos árboles que necesitamos plantar van a ocupar un espacio que, en el día de hoy, tiene alguna otra utilidad (carriles de circulación de vehículos, espacio de aparcamiento,…). Para que se produzca el cambio de usos de ese espacio urbano es imprescindible una coordinación entre departamentos bajo unos criterios comunes. Eso es lo que se llama transversalidad: cada departamento de la municipalidad atiende a las necesidades de la ciudad en su ámbito de competencia (por ejemplo, el urbanismo) pero lo hace bajo unos criterios (ambientales, tecnológicos, de cohesión social,…) que no son exclusivos de ese departamento sino propios del conjunto de la organización y compartidos por el conjunto de áreas y departamentos de la misma.
La lucha contra la emergencia climática o contra la pobreza, la transición digital, el desarrollo económico o el cambio en la movilidad urbana son temas transversales que deben abordarse desde múltiples ámbitos de la organización municipal y que deben afectar, en consecuencia, a la acción de múltiples departamentos para que la acción de todos ellos confluya en una misma dirección. Un efecto adicional de la definición de esos criterios comunes será la generación de colaboraciones espontáneas entre departamentos para sumar sus conocimientos, experiencias y recursos con el objetivo de adaptarse mejor a los criterios comunes.
Se requiere, por lo tanto, definir unos criterios de gestión comunes para el conjunto de la organización de forma que cada departamento municipal los aplique permanentemente en su trabajo diario y, con ello, se multiplique la eficacia de la acción transformativa de la gestión municipal.
Colaboración entre actores
La colaboración entre actores como forma de impulsar y desplegar proyectos es otro de los criterios básicos en la ciudad actual. Más aún si se trata de proyectos que no son de la competencia exclusiva de la municipalidad (como es el caso de la inmensa mayoría de proyectos municipales).
Imaginemos que se pretende impulsar una iniciativa basada en el conocimiento (un centro tecnológico, un parque tecnológico,…). En ese caso el gobierno municipal puede actuar únicamente como líder de esa iniciativa (al no tener las capacidades para llevarla a cabo) pero deberá hacerlo convocando a los actores locales potencialmente interesados y capacitados para aportar los recursos necesarios (universidades, empresariado, centros de formación,…). Y será todos juntos como podrán dibujar y llevar a la práctica con éxito un proyecto que será de la ciudad porque será de todos sus actores. Al contrario, un proyecto de ese estilo impulsado en exclusiva por la municipalidad irá directo al fracaso puesto que los demás actores se negarán a actuar al dictado de la municipalidad en un proyecto en el que no han participado y en el que disponen de una parte importante de los recursos necesarios. Esta colaboración entre actores deberá aplicarse, de hecho, en la mayor parte de los demás ámbitos de la ciudad. Es decir en todos aquellos ámbitos en los que la Municipalidad no tenga capacidad para abordar los temas en solitario sino que necesite la colaboración de otros actores locales: ya sea en la atención a los mayores o a la infancia -cooperando con las ONGs-, en la dinamización cultural -con el conjunto de entidades y grupos culturales-, en el deporte como herramienta de cohesión social y en muchos otros.
Nueva participación ciudadana
Este apartado podría incluirse como un subapartado del de “Colaboración” pero prefiero diferenciarlo puesto que se refiere a la colaboración municipal con el conjunto de la ciudadanía.
Imaginemos que se trata de rediseñar una calle o una plaza para dotarla de mayor espacio para actividades de las personas (pasear, descansar, jugar,….). Ese proceso tiene dos etapas. En la 1ª etapa, hay que definir cómo queremos que ese espacio urbano funcione una vez se remodele: ¿Qué actividades deben poder llevarse a cabo en él? ¿Qué espacio se destina a los árboles? ¿qué tipo de movilidad van a poder tener los vehículos? etc. La 2ª etapa es la de dibujar en el papel la implementación de todos los requisitos definidos en la 1ª etapa.
En los procedimientos participativos que conocemos hasta ahora -salvo honrosas pero escasas excepciones-, esas dos etapas eran definidas por los técnicos urbanistas con posibles intervenciones de los políticos. En la mayoría de procesos actuales se introduce un 3er paso que consiste en una presentación pública del proyecto, ya diseñado, a la ciudadanía con el objetivo de obtener la aprobación social del proyecto, es decir, poder implementar la propuesta del gobierno sin sobresaltos y sin oposición significativa.
Ese tipo de participación no aporta nada a la ciudad y es la que produce el conocido efecto de que “la gente no participa en los procesos”. Este efecto del que se quejan muchas administraciones locales es muy lógico pues “la gente” no es tonta y se da cuenta de que participar en esos procesos no sirve para nada pues no se tienen en cuenta sus opiniones en el diseño final del proyecto.
La verdadera participación ciudadana parte del principio de querer diseñar el mejor proyecto posible. La participación ciudadana adquiere entonces un nuevo rol que es el de contribuir activamente a la 1ª etapa del proceso descrito en el párrafo anterior. Es decir que la participación ciudadana va a ser determinante para definir cómo va a funcionar ese espacio urbano una vez quede remodelado. Los técnicos urbanistas, en ese nuevo modelo de participación ciudadana, además de acompañar el proceso participativo, se harán cargo únicamente de la 2ª etapa del proceso que consiste en dibujar en el papel un espacio que cumpla con los requisitos definidos en el 1er paso.
Por supuesto, eso implica modificar radicalmente la organización del proceso participativo. Ya no lo empezaremos exponiendo una propuesta prediseñada, puesto que no existirá tal propuesta, sino hablando del espacio, de cómo funciona en la actualidad y de las múltiples posibilidades de cambio que ofrece. La metodología de trabajo tampoco puede ser la de una asamblea general sino que deberá incorporar el trabajo en grupos,…. En definitiva, esa nueva participación va a requerir la dirección de profesionales de la participación ciudadana.
Para los interesados en profundizar en los procesos de participación ciudadana eficaces, sugiero la lectura del siguiente artículo:
Conclusión
Así, mediante unos ejemplos sencillos y comprensibles, espero haber mostrado que hay que cambiar las formas de la gobernanza municipal así como en qué sentido deben cambiarse. Se trata de una nueva gestión en la que los políticos pongan a la administración que dirigen realmente al servicio de la ciudadanía y de sus intereses, y que lo hagan mediante la colaboración -es decir, la suma de propuestas- con todos los actores locales relevantes, ya sea la ciudadanía, sectores locales o los distintos departamentos de la administración local.
Hay que hacerlo de forma inteligente y, sin duda, no siempre es sencillo. Pero si los problemas se abordan, con sinceridad, bajo este enfoque y utilizamos la metodología adecuada que permita que sean los verdaderos intereses de nuestra ciudadanía los que afloren, y no solo los de aquéllos que tienen mayores altavoces, el éxito estará mucho más cerca y los gobernantes verán reconocidos sus esfuerzos de buen gobierno por la ciudadanía.