¿Cómo generar ilusión para impulsar el desarrollo de nuestro territorio? (Ilusión y desarrollo 2)
Vimos en el anterior artículo de esta serie, Generar ilusión o abordar los problemas, ¿cuál es el camino del desarrollo?, que, los problemas locales no nos sirven como punto de partida para el impulso de desarrollo territorial. Y que el punto que sí puede disparar un proceso de transformación territorial y de impulso al desarrollo territorial es la ilusión.
Decía allí que necesitamos generar ilusión por una ciudad mejor, por una región mejor, por un futuro mejor para todos los que vivimos en nuestra comunidad. Una ilusión de futuro que genere en la ciudadanía una sensación de orgullo de pertenencia que mueva a todos a contribuir a la construcción de ese proyecto de futuro común.
Tras esta afirmación aflora, inmediatamente, la pregunta de ¿cómo vamos a conseguir generar esa ilusión entre nuestra población? Este artículo está dedicado a explicarlo.
¿Cómo vamos a generar la ilusión que necesitamos?
La clave es la diferenciación (y la excelencia)
Curiosamente, en un mundo en el que las ciudades tienen posibilidades casi ilimitadas de diferenciarse de las demás mediante una especialización, nos damos cuenta de que casi todas las ciudades son muy parecidas. Nos cuesta identificar en qué se diferencian unas de otras. Y eso es porque son raras las ciudades que se paran a pensar cuál podría ser su diferenciación respecto, aunque solo fuera, de sus ciudades vecinas. Este es un error mayúsculo pues les impide transformarse y recibir el impulso que necesitan para su desarrollo. En efecto, la diferenciación es la base sobre la que podrían impulsar su futuro.
Al contrario, las ciudades, cuando se paran a pensar su futuro no buscan definir una identidad propia, es decir, a diferenciarse. En vez de intentar eso, se suelen centran en pensar cómo alcanzar sus objetivos 2030. Entonces, se ponen a pensar qué hacer para ser más sostenibles, o cómo ser más inclusivas o más compactas o más seguras o….. Y, como consecuencia de ello tienden todas hacia un modelo único y acaban siendo todas iguales más allá de las diferencias que no pueden borrar y que les vienen marcadas ya sea por su ubicación o su tradición e historia. En definitiva, son raras las ciudades que definen la diferenciación como la base para impulsar su futuro.
Y de ahí los fracasos de tantos y tantos planes estratégicos, planes de futuro, planes de gran visión o planes de desarrollo estratégico territoriales que, en vez de definir una especialización local, en vez de definir una apuesta de futuro compartida, obtienen un documento que es la suma de los intereses de cada uno de los sectores.
En ese documento hay proyectos orientados al medio ambiente, otros, al desarrollo urbanístico, otros, apuntan a la cultura y otros al impulso a la actividades agropecuarias o a la atención a los mayores o a luchar por la inclusión. Pero no hay priorización entre esos distintos ámbitos y cada sector de la ciudad aspira a que se lleve a cabo “su” programa y, para ello, se dedica a presionar al gobierno local para conseguir que “su” proyecto sea el más beneficiado en el reparto de recursos.
El gobierno territorial se ve atrapado entre las presiones de los múltiples sectores de la ciudad y lo único que puede hacer es ir trampeando la situación repartiendo recursos a los proyectos de unos y otros, a menudo en función del que más presiona, obteniendo al final unos resultados misérrimos para el desarrollo de la ciudad pues muchas pequeñas cantidades dispersas no pueden conseguir su transformación.
Y ¡cuidado! no me estoy oponiendo a que cada ciudad y territorio aspire a alcanzar los objetivos 2030 de Naciones Unidas. ¡De ninguna manera! ¡Solo faltaría que me opusiera a eso! Los objetivos 2030 son la guía a seguir para alcanzar ciudades y territorios mejores para todos.
¿Entonces? ¿Qué nos estás contando Alain? ¿Adónde nos quieres encaminar? ¿Cómo se entiende la aparente contradicción a la que nos enfrentas? ¿Cuál es la solución a este sinsentido al que parece que nos has llevado?
Pues que no es lo mismo desarrollar un ámbito de la ciudad que desarrollar la ciudad en su conjunto, de la misma forma que curar una pierna rota no contribuye al desarrollo de una persona como escribí en el primer artículo de esta serie.
Por otra parte, creo que compartiremos, estimado lector, que hay muchas evidencias de que la forma en que se intentan aplicar los ODS 2030 no es efectiva. Eso es, a pesar de los muchos recursos, esfuerzos y procesos participativos que se dedican a ello, los resultados están lejos de ser los que se buscaban.
Fijaos que no critico los ODS 2030 sino que me fijo en los pobres resultados que se están obteniendo en muchísimos casos a pesar de la gran cantidad de recursos que se dedican a ello.
Si estoy de acuerdo en los ODS 2030 y si se están dedicando recursos ingentes para implementarlos y, aún así, no se logran los objetivos deseables, el fallo está en otro lugar. El fallo está en la manera en que se intentan implementar los ODS.
¿Qué entendemos por diferenciación?
La mayoría de las ciudades no se diferencian mucho entre sí. Todas ofrecen similares prestaciones tanto para sus habitantes como para colectivos externos como son estudiantes, empresas, turistas, profesionales,…. En consecuencia, ninguna de ellas ofrece ventajas significativas como para provocar que un estudiante, un profesional, una empresa o un turista decida ir a una o a otra.
Por diferenciación de una ciudad o de una región entendemos la capacidad que tiene de atraer personas y/o actividades de interés y/o inversiones ya sean públicas o privadas. Así, por ejemplo, si una ciudad dispone de una facultad de ingeniería y otra no, los estudiantes que quieran ser ingenieros van a ir a la ciudad que les puede proporcionar la formación que buscan. Si una ciudad tiene un centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad va a atraer más turistas que aquella que no disponga de ese atractivo. Y así con mil posibilidades más.
Diferenciarse significa tener un perfil propio. Significa asociar el nombre de nuestra ciudad o región a un concepto determinado de forma que cuando la gente oiga el nombre de nuestra ciudad, lo asocien a ese concepto. Como un ejemplo que todo el mundo entenderá, París está asociado a amor y a lujo. Y eso lleva cada año a millones de personas de todo el mundo a visitar París, ya sea en viajes de pareja o bien relacionados con el lujo (vestidos, perfumes, joyas, vinos,…). ¿Qué decir de Machu Picchu a donde van cerca de 1millón de personas al año? ¿Por qué van hasta ese remoto lugar? Por que quieren vivir unos momentos que, están convencidos, solo podrán vivir allí. Ambos casos disfrutan de una diferenciación extrema.
Cierto es que el Perú se ha encontrado con esta diferenciación ya construída y no ha necesitado muchos esfuerzos para atraer estas masas de turismo. Pero, sobre todo, es cierto que el atractivo que ejerce Machu Picchu se debe a su diferenciación, a su exclusividad mundial.
Diferenciarse cambia el campo de juego de la ciudad/región
Eso es, el perfil diferenciador cambia el campo de juego en el que va a desenvolverse el territorio. Imaginemos, por ejemplo, que apostamos por diferenciarnos por nuestra industria textil. Inmediatamente, cambia el campo de juego en el que vamos a competir. Ya no competiremos con las ciudades de nuestro alrededor sino que pasamos a competir con otras ciudades textiles. Ahora competiremos con las ciudades textiles de nuestra región, si las hay, con las del resto del país y con las de otros países.
Continuando con el ejemplo de Machu Picchu, con quien compite en el mundo es con la Gran Muralla China, la Torre Eiffel, el Coliseo Romano o las Pirámides de Giza. La diferenciación hace que los lugares del mundo con los que compite estén en los 4 puntos cardinales del mundo. Así de potente es la diferenciación.
Por otra parte, con las ciudades con las que vamos a compartir este nuevo campo de juego no solo vamos a competir sino que, muy probablemente, también vamos a compartir con ellas conocimientos y experiencias y vamos a colaborar para avanzar conjuntamente en problemas o necesidades comunes. Por eso es por lo que existen las redes de ciudades. Las ciudades de perfiles similares se asocian entre sí para abordar problemas conjuntamente, para compararse entre sí, para aprender unas de otras y también para poder hacer lobby sumando sus esfuerzos. Para quien quiera descubrir más acerca de la redes de ciudades, puede consultar estas 3 páginas web:
Una cuestión de escala
La imagen de París que he puesto como ejemplo anteriormente es muy tópica y esa ciudad juega en la liga de las ciudades globales. No es ese el caso de las ciudades intermedias de cualquier país que juegan en ligas más modestas y que deben fijar sus objetivos de acuerdo a su propia escala. Pero la esencia es la misma: hay que conseguir que nuestra ciudad destaque en un ámbito concreto por encima de las demás y, específicamente, por encima de sus competidoras más próximas de forma que su campo de juego pase a ser, cuando menos, nacional y, muchas veces, internacional.
De hecho, la diferenciación es una herramienta que nos sirve, de paso, para salir exitosamente de la sempiterna competencia entre ciudades o regiones vecinas. Una competencia, la que se mantiene con los vecinos, raramente provechosa y que no sirve más que para hacernos perder tiempo y esfuerzos en pos de un objetivo que no tiene premio.
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Hay, por lo tanto, una cuestión de escala evidente en la ambición que podemos tener para la diferenciación de una ciudad. Nuestra ciudad debe aspirar a ser referente entre las ciudades con las que puede compararse. Y esta escala no se limita únicamente a una cuestión de tamaño de su población ni tampoco se limita a su entorno geográfico más próximo. En efecto, una ciudad puede competir con ciudades claramente mayores y también puede incorporarse a una “liga” formada por ciudades medianas situadas en distintos países. En realidad, va a competir con aquellas ciudades que compartan con ella un mismo perfil diferenciador.
Eso significa no ser tan solo una ciudad que tiene todo tipo de servicios sino que, además de tener de todo, en algún apartado, tiene mucho más y mejor que las demás.
Diferenciarse es mucho más que anunciarlo
En efecto, no basta con que el territorio se proclame diferente de los demás sino que debe ser diferente y debe ofrecer, diferencias reales y consistentes.
El primer paso de esa diferenciación consiste en adoptar un perfil específico en el que la ciudad hace una apuesta clara por una identidad propia.
La segunda parte es, obviamente, hacer realidad esta especialización, es decir, ir realizando proyectos que ayuden a perfilar, proyecto a proyecto y día a día esa diferenciación de la ciudad o de la región de que se trate.
Para diferenciarse, la ciudad deberá, antes de definir sus distintos planes sectoriales, definir cuál es ese futuro diferenciador al que aspira. Y ese futuro puede orientarse al turismo de negocios o a la producción de quesos, al trabajo del cuero o a la producción de flores, a ser un ecosistema universitario o a ser un sistema sanitario o a mil objetivos posibles más.
Por lo tanto, la 1ª etapa del proceso de definición estratégica del territorio debe consistir en la definición del futuro deseado de la ciudad (es decir, ¿hacia dónde vamos a avanzar? o también, ¿a qué le apostamos?). Y, por supuesto, la forma de definirlo debe ser, obligatoriamente, entre todos los actores locales.
Como consultor acompaño a los territorios -ciudades, regiones o mancomunidades- en el proceso de definición de su propio Plan de Futuro Territorial mediante el consenso de todos sus actores locales. Contáctame en alain@alainjorda.com o, por whatsapp, en +34 629 629 869, veremos vuestro caso y cómo puedo ayudaros.
Una vez que la ciudad ha decidido el futuro que desea…
…le corresponde, en la 2ª fase de la definición del plan, pasar a definir los planes sectoriales que considere de interés. La gran diferencia con la situación anterior es que, ahora, todos los actores conocen el horizonte de desarrollo de la ciudad y sus planes sectoriales no solo se amoldarán a esa imagen de futuro del territorio sino que, además, contribuirán a construirla.
Con esta secuencia -1º definir la visión de futuro de la ciudad y 2º definir los distintos planes sectoriales de acuerdo a la visión de futuro-, se consigue que los recursos implicados por los distintos actores, incluídos los que aporte el gobierno territorial, para promover el desarrollo estén alineados con los intereses de la ciudad y, de esa forma, se sumen e impulsen el proyecto común.
Este panorama es radicalmente distinto del anterior pues ahora
el gobierno tiene una hoja de ruta definida por la ciudadanía y la población es consciente de ello y conoce esa hoja de ruta
lo mismo le ocurre a cada uno de los actores implicados -universidad, empresa y sociedad civil-
en este esquema, el plan para desplegar los ODS pasa a estar en la 2ª fase del proyecto y ahora sí se podrán definir de acuerdo con los intereses de toda la ciudad, y no solo con los de determinados actores, gracias a que ya tenemos claro hacia dónde queremos caminar como comunidad.
al sumarse todos los actores y contribuir al proyecto común adquieren también la autoridad para exigir el cumplimiento de los compromisos a los demás actores
y todo ello se plasma en la creación de una Agencia de Desarrollo Territorial a la que se encarga la coordinación del proceso de desarrollo. Bajo el paraguas de esa Agencia, presidida por la autoridad gubernativa, cada actor ejerce un doble papel en el que, a la vez, hace el seguimiento de la evolución de los distintos proyectos de la comunidad y rinde cuentas de los proyectos de su responsabilidad al resto de los actores implicados en el desarrollo territorial.
ese marco tiene un gran efecto de optimización de los recursos de la comunidad -públicos y privados- pues le da al gobierno autoridad para priorizar recursos para los proyectos que refuerzan la hoja de ruta a la vez que le permite detraerlos de otros proyectos que no son prioritarios.
El resultado de todo ello es que la existencia de un objetivo de ciudad consensuado y compartido permite focalizar los recursos públicos y sumarles los recursos de los actores locales logrando así que el territorio avance más rápidamente y de forma más efectiva.
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¡Hasta el mes que viene!
Conclusión
Vimos en el 1er artículo de esta serie la explicación del motivo por el que centrarse en la resolución de problemas no es buen camino para impulsar el desarrollo territorial. Al contrario, debe trazarse un plan con el conjunto del territorio que defina los objetivos de desarrollo territorial. Y debe hacerse eso incluyendo, desde el primer día, al conjunto de actores locales.
Vimos también que la forma de implicar a todos en esa definición del futuro se conseguía despertando la ilusión en nuestros conciudadanos. Y hemos dedicado este segundo artículo que estás leyendo, a empezar a explicar cómo generar la ilusión que necesitamos entre la población. Para ello, hemos hablado de la importancia de la diferenciación.
Esta serie de artículos continuará el mes que viene con un 3er artículo en el que hablaremos de la excelencia como resultado de la diferenciación. El 4º y último artículo de la serie estará dedicado a explicar cómo conseguir que ese proyecto ilusionante que se definió con el conjunto de la sociedad local no se vaya desdibujando con el tiempo y se mantenga para conseguir los resultados esperados y perseguidos desde el primer día (y ahí hablaremos de la Agencia de Desarrollo Territorial, su rol, sus componentes y sus dinámicas de trabajo).