Una renovada gestión urbanística para la inclusión de los barrios y la ciudad
Presentado en los Diálogos Barcelona - Caracas 2023
El que sigue es el texto correspondiente a la presentación que tuve la oportunidad de exponer el pasado 1 de marzo en el marco de los Diálogos Barcelona – Caracas 2023, promovidos por el AICALAB, en su sesión titulada “Una renovada gestión urbanística para la inclusión de los barrios y la ciudad”.
Como se verá, orienté mi intervención hacia la forma en que deben gestionarse las profundas transformaciones que vive el mundo y que tan hondamente repercuten en las ciudades.
En la situación global de grandes transformaciones, la ciudad necesita llevar a cabo 4 grandes transiciones:
pasar de una ciudad contaminante a una ciudad sostenible (transición ambiental)
de una ciudad analógica a una ciudad digital (transición digital)
una ciudad que reduce las desigualdades sociales (transición social)
una ciudad que evoluciona en su modelo de gobernanza (transición en gobernanza)
El urbanismo (audiencia mayoritaria entre la que se presentó esta reflexión) es clave en varios aspectos de esas transiciones si bien es en el primer apartado -transición ambiental- en el que su influencia es decisiva, imprescindible i urgente a la vez. Es por ello que esta ponencia se orienta a este aspecto -la transición ambiental- así como en parte también, al ámbito de la reducción de las desigualdades sociales, un punto este, inherente a la inclusión de los barrios en la ciudad.
¿Qué implica una ciudad sostenible ambientalmente?
Podemos convenir en que una ciudad para poder llamarse sostenible necesita abordar múltiples retos:
la energía, extendiendo el uso de energías sostenibles y la electrificación del parque automovilístico
el agua, protegiendo la calidad del agua y regenerando la que utiliza
los residuos, reduciendo su cantidad e impulsando la economía circular
impulsar el despliegue de una naturaleza urbana por toda la ciudad
la movilidad, que debe tender a minimizar el uso del vehículo individual
implementar arquitectura verde
una alianza con el territorio del entorno para la producción de alimentos locales saludables y fomentar la agricultura urbana
Es decir que una transición hacia la ciudad sostenible implica una importante lista de ámbitos sobre los que actuar y, además de ello, nos hace derivar hacia otro cambio de paradigma: la necesidad de pasar de una ciudad pensada para los coches a una ciudad pensada para las personas.
Eso es, las ciudades se han desarrollado durante la mayor parte del S.XX pensando en el vehículo automóvil como protagonista esencial y dominante. Este planteamiento llevó a las ciudades a sacrificar cantidades ingentes de espacio urbano en el altar del automóvil. Y, obviamente, en detrimento del espacio dedicado a otros actores urbanos como personas y naturaleza urbana que eran considerados secundarios en ese modelo de planeamiento.
La transformación en una ciudad sostenible ambientalmente
La actual emergencia climática global y sus consecuencias (sequías, calores intensos y prolongados, inundaciones severas y otros fenómenos meteorológicos violentos, además de su influencia negativa sobre la salud de las personas) nos obliga a tomar la decisión de revertir el diseño de las ciudades para adaptarlo a las necesidades de las personas. Y el concepto básico para guiar esta transformación es pensar la ciudad para las personas.
Para ello se requiere adoptar cambios diversos y profundos que implican incorporar varios criterios en la nueva forma de planear las cosas. Solo mencionaré a dos de ellos que considero esenciales para tener éxito.
Un abordaje transversal
El primero de esos criterios es un abordaje transversal del planeamiento. Eso es, el trabajo no puede partir de una sola dirección ni de un grupo experto diseñando y tomando decisiones sino que es el conjunto de los actores implicados quienes deben elaborar, conjuntamente, los cambios a adoptar.
Si tomamos como ejemplo la movilidad, ¿cómo pensar los cambios si no participan los viandantes? Y podemos repetir la misma pregunta para los conductores de autobús, o los de taxis, o los repartidores de mercancías, o las personas mayores, los niños, las personas que se desplazan en silla de ruedas, los ciclistas, etc., etc.
Acabo de mencionar a las personas individuales pero es obvio que también los distintos colectivos locales deberán participar directamente en ese proceso: las asociaciones de barrio, la policía urbana, los comerciantes asociados, los bomberos,...
Todavía más, esa transversalidad debe utilizarse también en los distintos departamentos municipales. En efecto, ¿cómo dejar fuera de ese nuevo plan de movilidad al departamento que diseña el espacio urbano? ¿O el que organiza los festejos en las calles de la ciudad? ¿O al de deportes? ¿O al de desarrollo económico? ¿O, por supuesto, a la hacienda municipal que va a tener que proveer los fondos necesarios?......
Y todo ello es imprescindible porque esas mismas personas y asociaciones con las que debemos diseñar los planes son las que deberán aplicar, promover y respetar los cambios que se vayan implementando. Si la municipalidad no cuenta con la aprobación y la complicidad de su ciudadanía y sus entidades en esos cambios, no conseguirá desplegar aplicación de forma efectiva.
Y es, precisamente, para obtener esa complicidad con el conjunto de la sociedad para lo que es imprescindible poner en marcha un proceso transversal de definición, decisión y seguimiento. Y esa transversalidad, como se ha descrito, deberá implicar a todos los actores: departamentos municipales, la academia, la empresa y la sociedad civil.
No lo he mencionado pero es evidente que lo que acabo de describir forma parte de una nueva gobernanza, una nueva forma de gobernar la ciudad.
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Una estrategia integral
El segundo requisito para abordar con éxito los cambios necesarios del que quiero hablar, es que resulta imprescindible disponer y desplegar una estrategia integral. Eso es, si seguimos con el ejemplo de la movilidad en la ciudad, para transformar el modelo de movilidad no basta con poner en marcha 1, 2 o 3 proyectos aislados. Es imperativo disponer de un plan integral -es decir, que contemple todos los aspectos, todos los actores, cada rincón de la ciudad- y que aporte la definición íntegra de cómo será la ciudad una vez desplegado todo el plan. Que describa 1) la situación actual, 2) el horizonte al que se pretende llegar y 3) los distintos proyectos y programas a aplicar para alcanzarlo.
Una vez aprobado y difundido ese plan integral será momento de iniciar proyectos concretos. Esos proyecto concretos cobrarán sentido frente a la población porque estarán enmarcados en ese plan integral que todo el mundo conoce y sabe que va a tomar años poner en marcha y que, obviamente, debe empezar por un proyecto e ir avanzando progresivamente a lo largo de los meses y años.
Es decir que un plan integral de movilidad deberá contemplar desde su mismo inicio aspectos como el rediseño de calles y avenidas, mejoras del transporte público, recorridos arbolados, red de parques urbanos, accesibilidad para todos, limitación de velocidad, carril bus, carril bici/ciclovías, áreas peatonales, reducción de superficie asfaltada para incrementar superficie de tierra,......
Esa integralidad del plan será, a la vez, la que pueda generar transformaciones reales y la que pueda conseguir la complicidad de todos porque recoge las necesidades de todos. Y es tras adoptar este enfoque cuando todos van a ponerse a contribuir, cada uno desde su modesta posición, a una mejor movilidad, a un mayor ahorro de agua, a una mejor gestión de residuos, o a aquello a lo que esté dedicado ese plan.
¿Y los barrios?
El título de la sesión en la que se enmarcó esta exposición hablaba de la inclusión de los barrios en la ciudad. Los barrios también requieren de cambios de enfoque en el planeamiento. Los barrios deben plantearse, de una vez, como partes integrantes de la ciudad con las mismas necesidades y derechos que los barrios más céntricos y dinámicos; pero teniendo en cuenta, además, su posición de partida desfavorecida respecto al resto de la ciudad precisamente por su alejamiento del centro.
No olvidemos que la ventaja de la ciudad sobre el ámbito rural o los pueblos está en la concentración de recursos y posibilidades en un espacio reducido; en la coincidencia y, por lo tanto, las mayores posibilidades de interacción, entre personas y actores diversos; en la disponibilidad de todo tipo de servicios. Y esa concentración es la que da lugar a la aparición de todo tipo de oportunidades que, muy difícilmente, pueden darse en otros entornos. La ciudad da acceso a la educación, la sanidad, el comercio, el ocio, la cultura, los cuidados y, por supuesto, a la creación de iniciativas económicas así como al surgimiento de la innovación. Y de esa realidad, que sí suele darse en el centro de las ciudades, demasiado a menudo quedan alejados los barrios. Es contra eso contra lo que hay que luchar si queremos pensar en una planificación que potencie el conjunto de la ciudad y no solo sus espacios más céntricos.
De acuerdo con este criterio hay que planificar integrando a los barrios en la ciudad. Es decir, tomando al conjunto del territorio de la ciudad -centro y periferia- como un continuo al que debemos tratar de dotar de la misma atención y de los mismos servicios en todos sus puntos. Ya sea en movilidad, en mantenimiento de la vía pública, en vivienda, en cultura, en sanidad y en educación, en la red de vías arboladas y ciclovías, en equipamientos deportivos y en bibliotecas,…. Y, por supuesto, queda dicho que para un buen resultado será necesario implicar en ese esfuerzo a la población de cada uno de esos barrios. Solo así se podrá recuperar, paulatinamente, ese retraso de los barrios y avanzar en su integración efectiva al tejido urbano de la ciudad consiguiendo de paso una sociedad más cohesionada en la ciudad.
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